La leyenda de los locos
Por Bastian.
Un hombre sin sueños decidió ordenar su propia vida para hacerla más intensa pero no lo consiguió. Se marcó unos objetivos, unos ciclos, un ritmo, pero continuaba sin ser capaz de levantar la mirada del suelo cuando comparaba la suya con la vida de otros, mucho más vivos. Este hombre decidió no vivir, sino trabajar y alcanzar el poder. Y una vez poderoso, y simplemente por serlo, fue envidiado y respetado por todos aquellos que antes le habían dirigido miradas de lástima o desprecio. Y su estilo de vida fue tomado como referencia por todos, quienes ahoran deseaban seguir sus pasos por encima de todo.
Pero muy pocas personas saben llegar al poder sin morir lentamente. Viéndose débil y cansado, y al ser entonces consciente de que nunca supo ser feliz, entre llantos de desesperanza y gritos de rabia y odio, decidió crear un instrumento capaz de arruinar las vidas de los demás igual que la suya: el tiempo. Y a cada persona le fue asignada una cantidad de tiempo, y clasificada en días y horas.
Cuando murió, ya todo el mundo se había olvidado de él, pero también de ellos mismos y de sus sueños. Habían perdido su libertad, su identidad, para concederle al tiempo más prioridad que a ellos mismos. Y vendieron su felicidad a cambio de no ahogarse en el tiempo que les faltaba para vivir.
Desde entonces todo se cronometra, todo se mide, todo se cuenta. Y nadie que crea estar en su sano juicio se atreve a perder un tiempo que otros desean y envidian.
Pero habrás escuchado la leyenda de que existieron unos cuantos locos que se atrevían a mirar al cielo hasta que lo deseaban, o soñar despiertos con traspasar los límites que alguien alguna vez estableciera. Sólo esos locos eran capaces de ver que un día es mucho más que 24 horas, para poder reir, soñar, trabajar, perseguir una meta, amar con locura, y saborear las pequeñas parcelas de felicidad, sólo reservadas a quienes no pongan límite a sus días.
Todos esos locos ya murieron. No queda ninguno. Vivieron intensamente o no. No lo sabemos, porque no son más que una leyenda que algunos nos empeñamos en creer.
Y hoy, deseo con todas mis fuerzas no ser el único que crea férreamente en esa leyenda. Y confío en que aparte de un pirata desde su barco, en el mundo tiene que haber algunas personas más, en solitario persiguiendo superar los límites a la felicidad que un necio estableciera un día.
Al echar hoy la vista atrás y pensar en este año, este ciclo que termina, me doy cuenta que sigo luchando con fuerza, pero sin lograr por ahora resucitar de nuevo la leyenda. He trabajado y trabajo, he estudiado y estudio, he soñado y sueño, he comenzado proyectos y anteproyectos que levantan lágrimas a los bostezos, he forcejeado intensamente por cada una de mis ilusiones. Pero no he sabido sobrepasar el límite de 24 horas, que me habría permitido amar por encima de todo.
¿Una derrota? ¿Un paso adelante más? No lo sé. Pero me siento orgulloso de saber que supe tener tiempo para pensarlo, en tiempos de necedad, ahogo y rutina.
Y todo el ánimo del mundo a aquellos que se atrevan a intentarlo. Locos.