- Bastian - Will - Roberts -

17 de junio de 2007

Gracias

Por Bastian.

Un suave olor a tierra mojada me obliga a cerrar los ojos y detenerme un segundo. Un segundo para estremecerme y sentir.

No hace tanto que cerrara este viejo cuaderno, pero las hojas acartonadas por la humedad multiplican los tiempos y sus distancias, tal vez para intentar hacerse oir. Y lo consiguen. Ecos que resuenan, que atraviesan, que te hacen temblar al apoyarte de nuevo en el alcázar, al sentir el tacto del timón, al mirar unas velas que, lejos de cuartearse, aguardan impacientes nuevos vientos.

No sé a quien le hablo, si a estas nobles maderas, a la luna, que hoy salió antes para despedirse del día, o a mi mismo, en mi burbuja de cristal que ahora se rompe. Pero hablo y me oigo, y vinculo esa voz con otras tantas que siempre han estado ahí, durante este año, ayudandome a mantenerme en pie, recordándome quien soy, o mostrándome un nuevo yo. Llega un momento en que uno sólo oye las voces que intenta escuchar, y a menudo esto se le olvida. ¿Triste? En absoluto. Una etapa, sencillamente, necesaria para seguir creciendo, para empezar a Ser, una vez más.

Doy media vuelta y ahí están. Todos. Roberts, Will y los demás. Me miran con ojos de nostalgia, de aventura, de vulnerabilidad y coraje, y alzan su mirada para redescubrir nuestra nave. La madera no se ha podrido, los tablones no se han roto, el olor a sal y pescado no se ha adueñado de nuestras bodegas. Es como si durante todo este tiempo nuestro barco nos hubiese estado esperando, confiado de nuestro regreso. Y aquí estamos... una vez más. Esa vez más.

Un silencio cómplice, y un grito: -¡Soltad amarras! ¡Levad el ancla!... ¡Zarpamos!-.

El brillo en tantos ojos, músculos que se vuelven a tensar, miradas al cielo y más allá, y un abrazo agradecido de Will. Y entre tanto... es una brisa que me acaricia y estremece por dentro quien extiende las velas, y me hace reir de felicidad... ¿Donde estabas?.

Como si de nuevo lo inalcanzable se pudiera rozar con la punta de los dedos...

Gracias.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Porque no es casualidad que la lluvia haya refrescado esta noche de junio,ni que el viento sople a favor,ni que las velas se extiendan como por arte de magia...
Porque quizá los astros se hayan alineado una vez más. Porque tu barco te estaba esperando. Porque da miedo y a la vez merece la pena cerrar los ojos,zarpar,dejarse llevar...improvisar.
Ilusiona redescubrir este espacio (éste y tantos otros...).

Alfonso E. dijo...

A veces, un tiempo en el dique seco es revelador. Pasear por el puerto, conversar con otros marinos, descansar en la taberna,... El puerto no es el sitio de un viejo lobo de mar, pero permite aprovechar mejor las posteriores estancias en su nave.

Si no existieran los tiempos muertos, ¿cómo podría apreciarse si no, el zarandeo de las olas, sin conocer la quietud de tierra firme? ¿Y la camaradería con la tripulación? ¿Y los tragos de ron mientras a ritmo de una harmónica se entona esa vieja balada a aquella hermosa mujer sin nombre?

Me alegro que volváis a navegar. Los tres, sí. Y que esta nueva etapa nos traiga también aventuras legendarias.

Por cierto, enlazado ;).

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Llevaba esperando una carta suya desde hace tiempo, Bastian.
Estupendo regreso.