N'da
Por Bastian.
Y como siempre, un conglomerado de emociones…
De fondo risas de compañeros, en un círculo del que a veces quizás me siento fuera. Quizás. Debo confesar que estoy echando de menos a algunos de entre mi gente. Me queda mucho por aprender, y hay otras muchas que creo haber “desaprendido". Disfrutar de las pequeñas cosas, de los pequeños momentos, como un niño. Y vencer el miedo a la soledad.
Will va y viene, sin que yo sepa por qué. Camina jugando con todo y con todos, pero creo que sin la despreocupación que un niño debe tener. Creo que él y yo echamos de menos a alguien que nos comprenda de verdad, a alguien que entienda muchas de las cosas que ni siquiera decimos… Desde un tiempo a esta parte, incluso mucho antes de emprender este nuevo viaje, dejé de encontrar en muchos de entre los míos el reflejo de miradas cruzadas en busca de una misma ilusión. Demasiados silencios por respuesta, demasiados “prefiero callarme” y un papel difícil de interpretar que no siempre me gusta. Tengo miedo de que crezca y se olvide de quien es. Sólo se es niño una vez.
Por otro lado, estoy encontrando en el viento de cara algo que me llena y que me invita a subir a la arboladura y respirar profundamente un fuerte viento capaz de apagar cualquier grito.
David me ha insistido que escribiera en el tablón una frase que yo mismo he dicho: “Hay que luchar contra la enfermedad, no contra los enfermos". No imaginais el sentido que eso tiene cuando estás hablando de ETS en Baneghang.
Odile me hizo temblar de emoción cuando, en contra de la opinión inicial de 5 mujeres y un hombre, ella repitió en voz alta moviendo la cabeza enérgicamente: “Sí. Claro que sí. La mujer debe tener derecho a elegir usar condón incluso si su marido no quiere".
Pascaline, durante la sesión de ETS, repite constantemente una misma frase: “¿Y qué le vamos a hacer?".
Madeleine llega tarde a las sesiones de formación. Como todas las demás, ellas se levanta temprano por la mañana, prepara la casa y se va al campo a las 7 a trabajar, hasta el medio día, cuando vuelve a su casa, prepara la comida para los suyos, se lava, coge su carpeta y se viene hacia el centro de salud. Vive enfrente.
Y así hasta más de 21 personas que quieren luchar para mejorar la realidad en la que viven. Casi todas mujeres. Muchas escriben con dificultad sus nombres, muchas vienen con sus hijos recién nacidos a las sesiones de formación y todas, absolutamente todas, son su propio futuro.
Aquí no existe la palabra “hola". Los Bamilekes de Bansoa se saludan diciendo “N’da". Significa “coraje".
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