La última batalla
Este post se debe leer con la banda sonora de Conan el Bárbaro, de Basil Poledouris, de fondo. Si puedes elegir, la edición completa… si no, la de Milan, que incluye la introducción del viejo, y si no, la de Varese. Si no tienes ninguna, pues no, claro… ¡qué le vamos a hacer!
Nadie se habría imaginado en los comienzos del Siglo XXI que, mientras la especie humana evolucionaba y gobernaba la Tierra, convencida de su legítima soberanía sobre el resto de las criaturas, alguien la vigilaba. La ciencia y los avances tecnológicos cegaron a la humanidad, incapaz de mirar a aquel irremediable destino, que se cernía sobre nosotros desde debajo de nuestros pies.
Ensimismados en su trabajo, los humanos nunca dieron importancia a lo que supondría el final de su era, unas criaturas inertes, despiadadas, cuya ambición les conduciría a enfrentarse a nuestra especie, para ejecutar su plan maestro, fríamente calculado millones de años atrás. No hablo de una batalla desigual, hablo de un exterminio.
Tras unas pocas semanas, y casi sin esfuerzo las pelusas habían tomado el control del planeta. Tan sólo un puñado de humanos que pudo escapar y sobrevivir permanecía oculto en las llanuras de Archway. Estaban débiles, cansados, y muchos de ellos enfermos o heridos. Eran hombres y mujeres sencillos, que lo habían perdido todo, sus familias, el sentido de sus vidas, la esperanza. Sin embargo, algunos pocos lograron recuperar el coraje que décadas anteriores les hacía sentirse orgullosos. No se limitarían a dejar que aquellas pelusas gobernasen su destino, y lucharían hasta el final, que se adivinaba cercano. En los últimos meses trabajaron duro, preparando lo que podría ser el último ataque desesperado al baluarte de las hordas pelusas y una segura muerte, sin duda el más glorioso combate de nuestra era, liderado por hombres y mujeres valientes, capaces de plantar cara de nuevo al futuro.
Aquel día, todos los clanes se reunieron bajo un cielo que dejaba entrever el sol, quizás por última vez, en la Llanura de Archway, conocida también como la Gran Moqueta, eje del Baluarte Imperial de las Pelusas. No iban armados más que con sus propias manos, y la furia de quien desea poner fin de una vez por todas a la derrota de su tiempo. Algunos tenían escobas, pero sabían que no les serían de nada una vez que por fin estuvieran cara a cara con las hordas bárbaras. Todo estaba perdido y lo sabían, pero decidir vivir ya no estaba en su mano, ellos sólo podían elegir luchar, y es lo que habían hecho
A lo lejos, en los lindes al Sur de la Gran Moqueta, se comenzaron a vislumbrar las siluetas de la primera línea de batalla del Baluarte de las Pelusas. Los humanos se estremecían al escuchar el estruendo sus corazas, resonando a cada paso. Eran mucho más numerosos que nosotros, superándonos en cien a uno. Algunos hombres comenzaron a gritar de pavor, y corrieron, huyendo de la batalla. Nadie les intentó detener, algunos ni siquiera les miraron. Tenían la mirada fija en el Ejército que tendrían que combatir. Las pelusas no estaban solas. Por las colinas del Este, resonaron los cuernos de sus aliados, un desordenado ejército de migas de pan y diminutas motas de polvo.
Salí al frente de nuestras tropas y grité – Podría deciros que hoy tendrá lugar el último combate, pero no lo haré. Podría pediros que muráis a mi lado enfrentando a los que nos lo han arrebatado todo, pero tampoco lo haré. Somos los últimos humanos, los únicos que quedamos con vida. Cada uno de nosotros es libre de huir y someterse, o de demostrar a la historia y al mundo que siempre defendimos y defenderemos lo que es nuestro, la tierra que pisamos, con honor. ¡Será nuestra gloria lo que nos haga inmortales! ¡Rendirse supondrá el final de todo lo que siempre hemos amado! ¡Por la Tierra Media!, digo… ¡Luchad!–
Yo, Will, comandante del último reducto del Ejército de los Humanos conduje a las últimas personas a enfrentar aquellas pelusas y migas de pan. No logramos superar la primera línea enemiga, que casi permaneció intacta.
Tras escasos minutos, tan sólo un puñado de nosotros permanecíamos en pie, heridos y conscientes de que todo había terminado, tal y como sabíamos que ocurriría. Rodeados, podíamos ver los cuerpos sin vida de nuestros compañeros. De espaldas los unos a los otros, haciendo un círculo, nos juramos que no dejaríamos que nos capturaran vivos, y nos despedimos. Gritamos, y nos abalanzamos sobre ellos. Todo había terminado definitivamente, y nos habían vencido.
Pero en aquel preciso momento, un ruido ensordecedor nos detuvo en seco, y escuchamos la voz de uno de aquellos que había intentado huir - ¡Las limpiadoras se dejaron abierto el cuarto de la limpieza! ¡Ya son nuestros!-. No lo podíamos creer, ¡teníamos una aspiradora, nuestra salvación!
El pánico se apoderó del Ejército de las Pelusas, y tanto ellas como las migas de pan huyeron despavoridas. La mayoría fueron hechas prisioneras. En contra de todos los augurios, habíamos vencido. La Gran Moqueta, la Llanura de Archway, volvía ser nuestra de nuevo. Era el principio de una reconquista que aún duraría meses.
Victoria. Sin embargo, aunque eufóricos de alegría, todos sabíamos que aquello no había sido más que una batalla, y un golpe de suerte. Volverían a atacar, y no siempre encontraríamos abierto el cuarto de la limpieza. Habíamos cambiado el destino, pero la guerra no había hecho nada más que empezar. Tendríamos que estar preparados para su regreso. Pero eso sí, ahora ya sabrían que jamás nos iríamos de la Gran Llanura sin hacerles frente.
Supongo que hay mil formas de decir “he podido pasarle la aspiradora a la moqueta del cuarto”, y todas mucho más simples, pero esta me parecía tan, tan, tan emocionante… Además, nunca imaginé que me pondría de banda sonora el tema “Riders of Doom”, de Conan el Bárbaro, para pasar la aspiradora. Vale, también ha podido influir que ayer alquilara el DVD de La guerra de los mundos. Es lo que tiene…
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